Hoy toca hablar de amor. Pero de amor del bueno. De ese en el que nadie se muere por nadie y la vida de uno no gira en torno del otro. De ese en el que se sustituye la palabra novia por compañera y en el que se suprimen los parasiempres. Os hablo de ese amor que nos llena de paz y convive con nosotros durante el tiempo en el que nos haga felices. Os hablo de comprensión, de confianza, de respeto, de admiración… de colaborar con las ilusiones del otro y empatizar con sus emociones.
Desde que nacemos nos meten en la
cabeza esa idea del príncipe azul y de la absoluta necesidad de encontrarlo en
nuestra vida. Desde los cuentos de Disney hasta las películas de Hollywood,
pasando por las telenovelas o las series más actuales, nos obsesionan con una
figura irreal del hombre y con una idea ficticia del amor. Una idea además
repleta de estereotipos sexistas y anticuados que una vez interiorizada no hace
más que crearnos desequilibrios emocionales.
Yo por mi parte he decidido liberarme
de los clichés a los que nos encadenan los discursos mediáticos, ya que sin
darme a penas cuenta, me estaban condicionando más de lo que creía.
Y a ti decirte que no voy a
adornar la realidad con espejismos, ni voy a idealizar los recuerdos que vayamos
construyendo. No voy a creer en cuentos de hadas, y tampoco pediré que seas un príncipe.
No voy a prometerte una vida juntos, pero si te sirve te diré que prometo
amarte y disfrutarte cada segundo que me quede a tu lado.