Yo, desde los ojos de Alba |
Qué bonito es coger tres cosas,
ponerte las botas y largarte lo más lejos que puedas. Echar a andar y ver el
mundo desde otra esquina, sobre otras calles, entre otras miradas. Qué bonito es
entender que existen tantos mundos como ojos que observan, tantos sentimientos
como corazones que laten y tan pocos idiomas como risas que se comparten.
Qué curioso es darse cuenta de que al mirar desde otra ventana, el mundo
entero cambia de sentido. De que los pájaros vuelan de otra forma y de que
cambiar de perspectiva cambia todo lo demás.
Amsterdam, desde los ojos de Ana. |
Aterricé en Holanda con la vista
puesta en su exquisito orden, entre el desorden de las bicicletas impacientes.
Me topé con personas más de fuera que de dentro, que estaban allí de siempre o
de paso, o tal vez como yo, que de repente empezaba a dudarlo.
Me asome a esa ventana, y , sin
pretenderlo, me deje seducir por un país que contemplaba datos más esperanzadores que los que me
aguardaban a la vuelta. Me encontré un país con menos de un 8% de paro y un
salario mínimo interprofesional de 1.500 €. Y me sentí inmigrante, empatizando de
golpe y porrazo con todas esas personas que vemos como un número, una masa en
movimiento que da vueltas por el mundo sin saber cuál es su sitio. Pero decidme
¿quién lo sabe? Al fin y al cabo todos somos inmigrantes del mundo buscando una
oportunidad, aquí o más allá.
Y sin embargo, sigue habiendo
fronteras, gente non grata y pases VIP para personas que aterrizaron en el
mundo de la misma forma que todos los demás. Pero que absurdo me parece el
hecho de sentirse con un derecho superior porque el azar te hizo nacer en una
tierra, y que una bandera se convierta en trinchera y arremeta a cañonazos con
quien tan solo busca una oportunidad en la vida.
Buenas tardes, sean migrantes.