domingo, 19 de noviembre de 2017

Ansiedad


Foto de @christianbatemann


En el fango te encuentras con lo peor, lo que eres, lo que has sido, y los miedos sobre lo que serás. Porque eso es lo que importa, los sacrificios que inviertes en el futuro por el que hipotecas el sol de las terrazas y la simpleza tan dulce de ver la vida pasar. Pero yo soy del romanticismo trágico, del honor y la valentía. Una dramática de veintialgo con poca paciencia y demasiada intensidad. Pero a veces me mareo en los charcos y tardo cuarenta minutos en explicarme cada vez que me levanto quién soy y qué hago, porque se me olvida, porque no lo tengo claro o porque mi padre tiene razón y no se lo quiero. Pero quiero mucho y mucho todo el rato. Y te culpas por ser egoísta, pero realmente sabes que no es cierto; que la culpa es la mentira y el engaño del sistema que te promete que mereces algo mejor, que si lo das todo, lo recibirás. Poca paciencia y demasiada intensidad.

Pero empiezo a dudar de que todo lo prometido algún día llegará. El sacrificio, el optimismo, la autorrealización. Y es que es difícil ansiar lo que tanta gente desea, pero si fuera fácil lo harían ellos, que son mayoría y tú la mitad. Que eres única, que mereces más y que no estás donde debes estar. Una mentira más. Otra, la de que en el fango se crea mejor, pero yo ahí solo encuentro oscuridad que me ciega y no me deja ni crear ni creer en nada. No me reconozco. Me deshago de mi, y me rechazo, por no ceder, por no tragar por no querer andar más despacio. Y necesito parar y analizarlo, perdonarme por ser injusta con lo que me han dado, recomponerme y mirar al lado, ver los que están, agradecer lo que me ha tocado. Identificar la mentira del sistema, entender que la verdad está en tu mano, iniciar un proceso de reconocimiento personal y liberarte de todo lo que te habían contado.