Este año he aprendido que nada se
aprende para siempre. Que todo es cíclico y que muchas veces toca volver a
empezar. Y por eso he reaprendido que nuestra vida comienza y acaba en uno
mismo, y en esa vuelta está incluido todo lo demás. Que hay que atreverse a mirarse dentro, a enamorarse
lento y a apoyarse al levantar.
He reaprendido que el tiempo se mide en instantes. Que
guardo vidas enteras encerradas en pocos años. Que construyo historias con
retales de sentimientos. Y otras muchas cosas que hago sin saber explicar.
He aprendido a viajar. A sentir la relatividad al volar. El
valor del trabajo. El cara a cara con la sociedad. He reaprendido a
ilusionarme, a saber dónde mirar. A
aceptarme, a quererme, a tomar distancia y a volvernos a acercar. A dar
rodeos, a recrearnos con las vistas, a no tener prisa por llegar.
También hay cosas que no he aprendido, que están en proceso, con las que aprendo a lidiar. La inseguridad ante el fracaso, la inestabilidad de las dudas, el miedo a la soledad. Pero la debilidad nos hace humanos y el mundo necesita humanidad.