Decimos que queremos ser diferentes, especiales. Que queremos tener una esencia propia, inigualable, inimitable en ningún sentido. Buscamos distinguirnos del resto, y sin embargo, al decirlo manifestamos una clara comparación. Supongo que ese es el problema de construir una realidad en base a un modelo, que nos disponemos a alcanzarlo, aunque sea en la dirección contraria.
Competimos. El sistema nos induce a ello. No se trata de ser
bueno sino de ser mejor, mejor que algo, que alguien, que tú mismo.
Diferenciate, destaca por encima del resto. Construimos nuestra vida siguiendo
objetivos, sin disfrutar del proceso. Marcamos en las metas el camino a seguir,
hacemos del funcionalismo nuestra forma de vivir. Se pierde la perspectiva y en
la construcción del ser, no somos. Nos perdemos.
Seguimos compitiendo, protegemos lo nuestro. Nos enseñan que
el valor lo tiene el esfuerzo, por encima de cualquier progreso, el resultado es
lo que cuenta como éxito.
Hemos puesto aranceles a nuestra cultura, inventado la
propiedad intelectual, como si una idea se pudiera atrapar. No aprendemos el
valor de la fraternidad, de la creación colectiva. De la humildad. Nos
obsesionamos tanto por destacar, por correr para alcanzar, que nos perdemos el
sentido de construir caminando. De establecer relaciones sanas con los demás,
con el sistema, contigo mismo.
Y creo que solo cuando entendamos esto podremos decir que
realmente somos diferentes, especiales. Esenciales.
Buenos días, sean felices.